“Una despedida, siete relatos y un viaje”, así es como se titula la precuela de “Sin mar” y como no podría ser de otro modo, esta historia la protagoniza Javier, el padre de los cuatrillizos. Este personaje ha sido esencial para el desarrollo de todos los libros de la serie y conocer más de cerca todas las etapas que pasó para criar a sus cuatro hijos tras la pérdida de su mujer, para mí, ha sido todo un regalo.
En este libro veremos cómo Javier consiguió llenar las vidas de sus hijos de recuerdos inolvidables y cómo a pesar de todo, logró darles el hogar que siempre quiso para ellos. Esme, Jullieta, Alex y Amelia, crecerán e iremos viendo cómo el paso del tiempo irá forjando sus personalidades. Momentos que nos harán sonreír, suspirar y vivir como si esta también fuera nuestra propia historia.
Si tuviera que definir estas páginas, lo haría con la palabra, “nostalgia” ya que este ha sido el sentimiento que he ido desarrollando a lo largo de la novela. Bien es cierto que este es un libro que se puede leer en cualquier momento de la serie, pero yo decidí dejarlo para el final y creo que por esto mismo, este libro me ha hecho sentir tanto, aunque seamos realistas, a estas alturas, todo lo que tenga que ver con la familia León va a conseguir despertarme siempre toda clase de emociones.
Aquel joven con un montón de sueños primero y un montón de miedos después nos enseñará a amar en todos los sentidos y es que Javier acabará convirtiéndose en un pilar extraordinariamente fuerte con el que poder contar siempre aunque por dentro se sienta un poco frágil... Pero he de decir, que una de las cosas que más me ha gustado de estas páginas es sentir ese vínculo que existe entre todos los vecinos de la urbanización de “Sin mar”, como si al final todos fueran una gran familia.
Y bueno, a través de estos relatos también seremos testigos de esos primeros años en los que el recuerdo de su mujer lo abarcaba absolutamente todo, pero tiempo después, también veremos como nuestro protagonista aprende a vivir con ello, aprende a sanar… Porque si algo nos enseña el patriarca de los León es que una persona no debería de sentirse nunca culpable por estar vivo.
La última parte, va relacionada con ese viaje que Javier hace antes de “A la de tres: ¡Te quiero!”, un crucero que le llevará hasta Sara, una aventura que les hará firmar una historia de amor con sus besos a modo de pluma y con sus cuerpos entrelazados a modo de contrato.