Convertirse en la bailarina de ballet que su abuela nunca pudo ser, ha hecho que Maya no sepa lo que significa la palabra, “soñar”, porque desde que su madre la abandonó, se ha pasado la vida intentando complacer a su abuela y eso la ha hecho convertirse en la nieta perfecta, sin embargo, siempre ha tenido la sensación que haga lo que haga nunca será suficiente. Ahora, tras el accidente que la impedirá volver a subirse a los escenarios y tras verse con toda su vida metida en una maleta, Maya, tendrá que averiguar quién es realmente y lo más importante quién quiere ser… Y para empezar a descubrirlo, el primer paso será buscar a su padre.
Sin duda, lo que más me gusta de leer a María Martínez es que es una autora que siempre nos habla desde el corazón y eso se nota en la forma que tiene de dar vida a sus personajes, en las emociones que consiguen traspasar el papel y en la realidad que reflejan sus páginas.
Formar parte de algo, ser importante para alguien… Al final la vida se basa un poco en conseguir esas dos cosas, de ahí, que haya sido tan fácil conectar con nuestros protagonistas, Maya y Lucas, porque de alguna manera, todos soñamos con encontrar nuestro lugar en el mundo.
Viajar a Sorrento a través de estas páginas ha hecho que directamente quiera hacer las maletas e irme allí a vivir. Y es que María Martínez no ha podido escoger un escenario mejor para dar vida a esta historia. Pasear por sus calles, disfrutar de sus acantilados, el olor a sal y limón, los fuegos artificiales… De verdad, ha sido como si al abrir el libro me transportara directamente a ese trocito de Italia. Pero, sin duda, mi lugar favorito ha sido ese edificio lleno de personas especiales que desde el primer momento acogerán a nuestra protagonista como si fuese un miembro más de su familia. Y creerme, de alguna manera, yo también me he sentido arropada por todos ellos; desde la dulce Catalina, al excéntrico escritor que vive en el segundo o los jubilados gallegos, Iria y Blas… El sabor del limoncello, las risas que nacen de una buena barbacoa, quedar atrapada por un libro a la sombra de un árbol o jugar una partida a las cartas antes de ir a dormir. Y es que a veces no hacen falta efectos especiales para lograr hacer magia y eso es lo que ha conseguido María Martínez con su naturalidad, con su forma de ver el mundo.
Y bueno, una cosa está clara, el destino tiene un montón de sorpresas esperándonos, pero para llegar hasta allí, debemos hacerle caso a las señales que nos va dejando. Por eso, cuando Maya y Lucas se encuentran por primera vez todo empieza a encajar, desde una habitación que espera ser alquilada, hasta la forma en la que les gusta tomar el café. Y la verdad es que no puedo decir mucho sobre ellos, solo que su historia ha conseguido que mi corazón despierte y que mis ojos empiecen a soñar con playas, tartas de chocolate, siestas en la bañera, cócteles con nombres divertidos…
“Cuando no queden más estrellas por contar” nos hace reflexionar sobre varios temas, pero para mí, el más importante ha sido el de la familia. Maya y Lucas han crecido toda su vida haciendo realidad los sueños de otros, sin la oportunidad siquiera de imaginar un futuro propio, un futuro que no tuviera que ver con el ballet o con el vino. Y es que tiene que ser muy duro darte cuenta que tu vida se basa en las expectativas que los demás tienen sobre ti, sobre todo, si esas personas son tu familia. Por eso, me ha encantado ver como María Martínez nos hace entender que ser familia no es garantía de un amor incondicional porque ser familia no es la sangre que compartes con esas personas, es un sentimiento. De ahí, que me haya gustado también mucho, la amistad incondicional que tiene Maya con Matías, su mejor amigo.
Las cosas que te gustan hacer jamás deberían de convertirse en una obligación y esa es otra de las cosas que me llevo de este libro porque Maya se ha dedicado tanto a bailar que se ha olvidado de porqué le gustaba tanto y volver a conectar con esa parte de ella, ha sido algo muy emotivo. Sobre todo, porque se nota que la autora ha hecho un gran trabajo de investigación y nos ha acercado un poco más a esta modalidad de baile que es el ballet.
El pasado está hecho de recuerdos, el presente se compone de instantes y el futuro nace de los sueños... Esto es justo lo que nos enseña María Martínez en “Cuando no queden más estrellas por contar”, una historia que te recordará que no hace falta tener alas para echar a volar.
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