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domingo, 26 de noviembre de 2017

Reseña: Desafiando las normas


Regresar a Port Pleasant, sentir que nada ha cambiado que todo sigue igual... Es curioso como un lugar de ficción puede hacerte sentir que estás en casa. Y es por ello, que la trilogía “Cruzando los límites” es algo mucho más que tres historias; es un sitio al que escapar, un hogar al que regresar, unos amigos para siempre recordar… Y es que María Martínez, la autora, ha sabido darle vida a estas páginas de una forma tan real que cualquiera de sus personajes podría recogerte en cualquier instante para llevarte a tomar unas (sin) al Shooter.

Ya conocimos a Spencer y Eric en las anteriores entregas, pero esta vez les toca a ellos ser los protagonistas de su propia historia. La vida no se lo ha puesto fácil a ninguno de los dos, su pasado les ha convertido en unos sobrevivientes y es por ello, que conocerse no hará otra cosa que desafiar todas sus normas.

Tras una infancia dura en la que solo contaba con el apoyo y cariño de sus amigos, Spencer, ha encontrado la estabilidad en pequeñas cosas como; vivir en las afueras de la ciudad, trabajar como camarera en el Shooter y plasmar sus odiseas en lienzos… Todavía hay veces que las pesadillas vuelven a colarse en su alcoba; días en que las inseguridades regresan, noches en la que los miedos se hacen más grandes. Sin embargo, la llegada de Eric a Port Pleasant hará que por una vez en mucho tiempo se sienta comprendida, se sienta querida. Él sabe lo que es crecer sin el amor de una familia. Además, durante toda su vida se ha dedicado a viajar por todos los rincones del mundo pero jamás, ha logrado encontrar su sitio, su hogar. Su llegada a este pequeño pueblo no solo le dará la oportunidad de conocer a su verdadera familia sino también, de formar una vida en la que poder echar raíces.

Spencer y Eric forman un buen equipo y es esa conexión que tienen lo que hace que no puedas concebir el uno sin el otro. Ambos se complementan y no tienen que fingir ser lo que no son en ningún momento para así, satisfacer al otro. Creo que sin lugar a dudas, esa es una de las cosas que más me ha gustado de su relación. Su historia nace de una pequeña amistad y va creciendo a fuego lento a través de las páginas. Varias sorpresas en la trama será lo que les haga madurar antes de tiempo, pero su forma de ir afrontando las cosas será lo que haga que estos personajes marquen un antes y un después.

Para mí, la GRAN revelación de esta trilogía ha sido el personaje de Spencer. Su evolución desde el primer libro de la serie hasta este final es asombrosa y cuando lees su historia y conoces de primera mano cada una de sus heridas… Es casi imposible que no se cuele dentro de ti. Un personaje desde luego con el que poder empatizar. Por otra parte, Eric y su forma tan desinteresada de ayudar me ha conquistado, al igual, que verlo integrarse entre los Kizer, su familia. Pero todo hay que decirlo, que sea fan de “Las chicas Gilmore”, me ha enamorado, tanto, como imaginarlo con su uniforme de bombero.

Sobra decir que ambos son unos personajes independientes, fuertes y con mucha personalidad y eso es lo que hace que esta historia sea tan profunda a nivel sentimental. La narración se llena de citas para reflexionar pero es el toque de humor en los diálogos, lo que hace que esta historia se llene de picardía y risas. Y es que, la autora, ha sabido combinar a la perfección este contraste de emociones.

En esta nueva historia, María Martínez, nos deja con nuevos personajes que desde luego, no pasan desapercibidos. Creo que no hay nadie más adorable que Travis y la pequeña Maddie. Sin duda, una nueva generación de Kizers, llegados al mundo o a estas páginas, con la única misión de conquistar nuestros corazones. Además, el viejo cascarrabias de Chad, la doctora Leigh o el compañero de trabajo de Eric, Moby, forman parte de esos personajes secundarios con los que enseguida acabas conectando.

Destacar también, que una de las cosas que más esperaba de este libro era saber cómo seguirían las vidas de los personajes de “Cruzandolos límites”, Caleb y Savannah, pero sobre todo MORÍA por saber lo que había pasado con Tyler y Cassie tras el final de “Rompiendolas Reglas”, uno de los libros más especiales de toda mi estantería. Y solo con pensar en la amistad que se respira a través del papel y en maravilla que ha hecho la autora en este último tomo con todos los personajes, me entran unas ganas tremendas de releer la trilogía desde el principio. Niños, boda, sueños, futuro… Sin duda, el final feliz que todos se merecían y una forma excelente de despedirse de cada uno de los protagonistas que componen esta serie. De ahí, que el epílogo final haya sido una de esas escenas en las que te quedarías a vivir eternamente.

Puede que de los tres libros, “Desafiando las normas” haya sido el libro más maduro de los tres. No sé cómo sería la primera versión que la autora escribió sobre estos personajes, pero lo que sí sé, es que fue de lo más valiente al reconstruir cada detalle y empezar así desde cero porque el resultado ha sido brillante. Sin duda alguna, María Martínez ha conseguido crear nuevamente una historia con luz propia, manteniendo, al mismo tiempo, un vínculo de unión con las dos entregas anteriores.

Además, que este sea el final de una de las trilogías que más me han marcado a lo largo de estos años, solo hace que me cueste más decirle “adiós”, aunque admito que quiero, necesito, deseo y espero que sea un “hasta pronto”, más aún, con ese frente que la autora deja abierto sobre el personaje de Derek, el hermano pequeño de los Kizer. Un spin-off, así, como el que no quiere la cosa sería TAN maravilloso…

En conclusión, María Martínez nos sorprende en esta última entrega con una historia que gira alrededor dos personas que están unidas a través de un lazo rojo. Un vínculo tan fuerte que será capaz de cruzar los límites, romper todas las reglas y desafiar cada una de las normas.


¡MUCHAS GRACIAS A LA EDITORIAL POR EL EJEMPLAR!

Si quieres saber más sobre esta historia pincha aquí.

lunes, 9 de octubre de 2017

Reseña: El día que dejó de nevar en Alaska


¿Qué lugar elegirías si quisieras desaparecer? Si necesitaras escapar de tus problemas, alejarte del pasado y perderte tras un punto del mapa donde nadie supiera que existes…

Heather lo tenía claro cuando decidió abandonar el calor de San Francisco para llegar hasta el frio invierno de Alaska. Una casa perdida en las afueras, un oficio de camarera y un perro fiel que no la dejará sola en ningún instante… Una nueva vida para dejar atrás los fantasmas y comenzar desde cero. Sin embargo, su llegada será todo un acontecimiento para los habitantes de Inovik Lake que no dudarán en hacerle un hueco en sus vidas, todos menos Nilak, que prefiere seguir oculto tras sus capas de escarcha y mantener así las distancias, pese a que cada día, ambos coinciden en el mismo lugar de trabajo y comparten el camino de regreso a casa.

Leer a Alice Kellen es como subirse en una montaña rusa. No hace falta leer más de dos palabras para que las primeras mariposas empiecen a emigrar hacia tu estómago y desde luego, que solo es necesario un par de capítulos para volverte adicto a la adrenalina que produce leer cada una de sus páginas. Y es que esta autora tiene algo que a muchos escritores les falta y es esa sensación de vértigo. Ese instante en el que no sabes que va a pasar y de pronto la historia te sorprende y todas tus entrañas comienzan a vibrar como si fueras tú la protagonista de cada escena. “El día que dejó de nevar en Alaska” es justo eso. Es como ir en el primer vagón de una atracción, mientras te agarras fuerte a los hierros de delante y esperas a que Alice Kellen maneje a su merced cada uno de tus sentimientos.

Risas, lágrimas y varios casi-infartos es lo que se esconde tras la historia de Heather y Nilak. Ambos han tenido que pasar por situaciones duras y ambos se han enterrado entre capas hasta hacerse inmunes al dolor. Conocerse no hará otra cosa que desenterrar los miedos, las inseguridades, la culpa… Encontrarse no hará otra cosa que deshacer el hielo que ambos llevan dentro. Sobra decir, que la evolución que tienen a lo largo de las páginas es inmejorable. Alice Kellen ha sabido darle a cada escena su momento y a cada detalle su lugar, hasta crear un romance intenso de esos que van sin prisas, sin pausas…

Además, quiero recalcar que pese a todos los sucesos trágicos que encontramos a lo largo de la historia en ningún momento la autora recae en dramas baratos, sino todo lo contrario, la realidad que se transmite tras el papel es uno de los puntos más fuertes de esta historia, junto a ese toque de humor que no pasa desapercibido pese a que se necesite una caja de pañuelos gigante para superar todas estas emociones. Y como bien dice Laia Soler, será mejor tener también a mano unas cuantas barritas Twix por lo que pueda pasar.

Por otro lado, otra de las mejores cosas que encontramos en la novela son sus personajes secundarios. John, Seth, Sialuk, Naaja… No solo están bien perfilados sino que todos tienen algo que aportar a la historia; ya sea esperanza, ya sea hogar… Todos ellos forman parte de un rompecabezas que con el paso de las páginas empieza a encajar, de ahí, que el final sea perfecto, tanto, que me pasaría toda una eternidad aplaudiendo esta obra de arte que ha construido la autora. Y solo me queda destacar el personaje de Caos, y es que si no te entran ganas de tener una mascota tras leer este libro, directamente no tienes corazón. El vínculo que nace entre él y Heather es tan dulce y bonito que es pensar en ellos y automáticamente sonreír.

Llegados a este punto, siento que se me olvidan muchas cosas que decir pero posiblemente la culpa la tenga el libro y es que no me cabe la menor duda cuando digo que es una novela hecha para sentir, para vivir… Y para aprender. Porque nuevamente la escritora nos deja con una historia de amor que va mucho más allá de dos personas que se conocen y se enamoran. Siempre he pensado que una de las bases para que una relación funcione es el hecho de poder ser tú; de no tener que fingir, de no tener que aparentar… Por eso, me ha encantado ver en estas páginas este tema, al igual que encontrar una trama alrededor de la dependencia y de las personas tóxicas. Y sobre todo, me ha gustado encontrar amor. Amor del bueno; en amistad, en familia, en pareja. Y además, quiero destacar las reflexiones que tiene Heather a lo largo de las páginas porque me han parecido, no solo originales sino también maravillosas. Obviamente, la que compara la vida con los huevos es mi favoritísima y sin duda, dicha comparación, no se me va olvidar jamás.

Puede que hasta la fecha, este sea el mejor trabajo de la autora y sé, que siempre digo lo mismo cuando se publica un nuevo libro de Alice Kellen, pero es que su don para superarse y ofrecer al lector algo nuevo y único es brillante. “El día que dejó de nevar en Alaska” está narrado en primera persona del presente, algo poco habitual en la pluma de la autora y sin embargo, esto solo ha incrementado que la novela se sienta con mayor intensidad. Al igual que la forma de entrelazar presente y pasado, jugando con las páginas de un diario de lo más tierno y misterioso que sin duda, ha conseguido mantener la intriga desde el inicio hasta el final.

Destacar también, que el trabajo de investigación que hay detrás de la historia nos acerca de una forma muy íntima a la cultura Inuit y a la forma de vida de sus habitantes; alimentación, deportes, vocabulario o rutas por la carretera… Todo ello, consigue teletransportarnos hasta sentir el tacto de la nieve, el frio… Hasta sentir que estás dentro de la historia y esto llega hasta tal punto, que no imaginas que estás viendo una aurora boreal, simplemente la ves, ahí, justo delante de ti.

En conclusión, si tuviera que definir “El día que dejó de nevar en Alaska” lo haría con la palabra “akisooq”, que proviene de la lengua Inuit y significa; valioso, precioso y de gran valor.


¡INFINITAS GRACIAS A LA EDITORIAL POR EL EJEMPLAR!

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