¿Qué lugar elegirías si quisieras desaparecer? Si necesitaras escapar de
tus problemas, alejarte del pasado y perderte tras un punto del mapa donde
nadie supiera que existes…
Heather lo tenía claro cuando
decidió abandonar el calor de San Francisco para llegar hasta el frio invierno
de Alaska. Una casa perdida en las afueras, un oficio de camarera y un perro fiel
que no la dejará sola en ningún instante… Una nueva vida para dejar atrás los
fantasmas y comenzar desde cero. Sin embargo, su llegada será todo un
acontecimiento para los habitantes de Inovik Lake que no dudarán en hacerle un
hueco en sus vidas, todos menos Nilak,
que prefiere seguir oculto tras sus capas de escarcha y mantener así las
distancias, pese a que cada día, ambos coinciden en el mismo lugar de trabajo y
comparten el camino de regreso a casa.
Leer
a Alice Kellen es como subirse en una montaña rusa. No hace falta leer más
de dos palabras para que las primeras mariposas empiecen a emigrar hacia tu
estómago y desde luego, que solo es necesario un par de capítulos para volverte
adicto a la adrenalina que produce leer cada una de sus páginas. Y
es que esta autora tiene algo que a muchos escritores les falta y es esa sensación
de vértigo. Ese instante en el que no sabes que va a pasar y de pronto la historia
te sorprende y todas tus entrañas comienzan a vibrar como si fueras tú la
protagonista de cada escena. “El día que dejó de nevar en Alaska” es justo eso. Es como
ir en el primer vagón de una atracción, mientras te agarras fuerte a los
hierros de delante y esperas a que Alice Kellen maneje a su merced cada uno de
tus sentimientos.
Risas, lágrimas y varios casi-infartos es lo que se esconde tras la
historia de Heather y Nilak. Ambos han tenido que pasar por
situaciones duras y ambos se han enterrado entre capas hasta hacerse inmunes al
dolor. Conocerse no hará otra cosa que desenterrar los miedos, las
inseguridades, la culpa… Encontrarse no hará otra cosa que deshacer el hielo
que ambos llevan dentro. Sobra decir, que la evolución que tienen a lo largo de
las páginas es inmejorable. Alice Kellen ha sabido darle a cada
escena su momento y a cada detalle su lugar, hasta crear un romance intenso de
esos que van sin prisas, sin pausas…
Además,
quiero recalcar que pese a todos los sucesos trágicos que encontramos a lo
largo de la historia en ningún momento la autora recae en dramas baratos, sino
todo lo contrario, la realidad que se transmite tras el
papel es uno de los puntos más fuertes de esta historia, junto a ese toque de
humor que no pasa desapercibido pese a que se necesite una caja de pañuelos
gigante para superar todas estas emociones. Y como bien dice Laia Soler, será mejor tener también a mano unas cuantas barritas Twix por lo que
pueda pasar.
Por
otro lado, otra de las mejores cosas que encontramos en la novela son sus
personajes secundarios. John,
Seth, Sialuk, Naaja… No solo están bien perfilados sino que todos tienen
algo que aportar a la historia; ya sea esperanza, ya sea hogar… Todos ellos forman
parte de un rompecabezas que con el paso de las páginas empieza a encajar, de
ahí, que el final sea perfecto, tanto, que me pasaría toda una eternidad
aplaudiendo esta obra de arte que ha construido la autora. Y solo me
queda destacar el personaje de Caos,
y es que si no te entran ganas de tener una mascota tras leer este libro,
directamente no tienes corazón. El vínculo que nace entre él y Heather es tan
dulce y bonito que es pensar
en ellos y automáticamente sonreír.
Llegados
a este punto, siento que se me olvidan muchas cosas que decir pero posiblemente
la culpa la tenga el libro y es que no me cabe la menor duda cuando digo
que es una novela hecha para sentir, para vivir… Y para aprender.
Porque nuevamente la escritora nos deja con una historia de amor que va mucho
más allá de dos personas que se conocen y se enamoran. Siempre he pensado que
una de las bases para que una relación funcione es el hecho de poder ser tú; de
no tener que fingir, de no tener que aparentar… Por eso, me ha encantado ver en
estas páginas este tema, al igual que encontrar una trama alrededor de la
dependencia y de las personas tóxicas. Y sobre todo, me ha gustado encontrar amor.
Amor del bueno; en amistad, en familia, en pareja. Y además, quiero
destacar las reflexiones que tiene Heather a lo largo de las páginas porque me han parecido, no solo
originales sino también maravillosas. Obviamente, la que
compara la vida con los huevos es mi favoritísima y sin duda, dicha comparación,
no se me va olvidar jamás.
Puede
que hasta la fecha, este sea el mejor trabajo de la autora y sé, que siempre
digo lo mismo cuando se publica un nuevo libro de Alice Kellen, pero es que su
don para superarse y ofrecer al lector algo nuevo y único es brillante. “El día que dejó de nevar en Alaska”
está narrado en primera persona del presente, algo poco habitual en la pluma de
la autora y sin embargo, esto solo ha incrementado que la novela se sienta con
mayor intensidad. Al igual que la forma de entrelazar presente y pasado, jugando
con las páginas de un diario de lo más tierno y misterioso que sin duda, ha conseguido mantener la intriga desde el inicio hasta el final.
Destacar también, que el trabajo de investigación que hay detrás de la
historia nos acerca de una forma muy íntima a la cultura Inuit y a la forma de
vida de sus habitantes; alimentación, deportes, vocabulario o rutas por la
carretera… Todo ello, consigue teletransportarnos hasta sentir el
tacto de la nieve, el frio… Hasta sentir que estás dentro de la historia y esto
llega hasta tal punto, que no imaginas que estás viendo una aurora boreal,
simplemente la ves, ahí, justo delante de ti.
En
conclusión, si tuviera que definir “El
día que dejó de nevar en Alaska” lo haría con la palabra “akisooq”, que proviene de la lengua Inuit y significa; valioso,
precioso y de gran valor.
¡INFINITAS GRACIAS A LA EDITORIAL POR EL EJEMPLAR!
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