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lunes, 9 de octubre de 2017

Reseña: El día que dejó de nevar en Alaska


¿Qué lugar elegirías si quisieras desaparecer? Si necesitaras escapar de tus problemas, alejarte del pasado y perderte tras un punto del mapa donde nadie supiera que existes…

Heather lo tenía claro cuando decidió abandonar el calor de San Francisco para llegar hasta el frio invierno de Alaska. Una casa perdida en las afueras, un oficio de camarera y un perro fiel que no la dejará sola en ningún instante… Una nueva vida para dejar atrás los fantasmas y comenzar desde cero. Sin embargo, su llegada será todo un acontecimiento para los habitantes de Inovik Lake que no dudarán en hacerle un hueco en sus vidas, todos menos Nilak, que prefiere seguir oculto tras sus capas de escarcha y mantener así las distancias, pese a que cada día, ambos coinciden en el mismo lugar de trabajo y comparten el camino de regreso a casa.

Leer a Alice Kellen es como subirse en una montaña rusa. No hace falta leer más de dos palabras para que las primeras mariposas empiecen a emigrar hacia tu estómago y desde luego, que solo es necesario un par de capítulos para volverte adicto a la adrenalina que produce leer cada una de sus páginas. Y es que esta autora tiene algo que a muchos escritores les falta y es esa sensación de vértigo. Ese instante en el que no sabes que va a pasar y de pronto la historia te sorprende y todas tus entrañas comienzan a vibrar como si fueras tú la protagonista de cada escena. “El día que dejó de nevar en Alaska” es justo eso. Es como ir en el primer vagón de una atracción, mientras te agarras fuerte a los hierros de delante y esperas a que Alice Kellen maneje a su merced cada uno de tus sentimientos.

Risas, lágrimas y varios casi-infartos es lo que se esconde tras la historia de Heather y Nilak. Ambos han tenido que pasar por situaciones duras y ambos se han enterrado entre capas hasta hacerse inmunes al dolor. Conocerse no hará otra cosa que desenterrar los miedos, las inseguridades, la culpa… Encontrarse no hará otra cosa que deshacer el hielo que ambos llevan dentro. Sobra decir, que la evolución que tienen a lo largo de las páginas es inmejorable. Alice Kellen ha sabido darle a cada escena su momento y a cada detalle su lugar, hasta crear un romance intenso de esos que van sin prisas, sin pausas…

Además, quiero recalcar que pese a todos los sucesos trágicos que encontramos a lo largo de la historia en ningún momento la autora recae en dramas baratos, sino todo lo contrario, la realidad que se transmite tras el papel es uno de los puntos más fuertes de esta historia, junto a ese toque de humor que no pasa desapercibido pese a que se necesite una caja de pañuelos gigante para superar todas estas emociones. Y como bien dice Laia Soler, será mejor tener también a mano unas cuantas barritas Twix por lo que pueda pasar.

Por otro lado, otra de las mejores cosas que encontramos en la novela son sus personajes secundarios. John, Seth, Sialuk, Naaja… No solo están bien perfilados sino que todos tienen algo que aportar a la historia; ya sea esperanza, ya sea hogar… Todos ellos forman parte de un rompecabezas que con el paso de las páginas empieza a encajar, de ahí, que el final sea perfecto, tanto, que me pasaría toda una eternidad aplaudiendo esta obra de arte que ha construido la autora. Y solo me queda destacar el personaje de Caos, y es que si no te entran ganas de tener una mascota tras leer este libro, directamente no tienes corazón. El vínculo que nace entre él y Heather es tan dulce y bonito que es pensar en ellos y automáticamente sonreír.

Llegados a este punto, siento que se me olvidan muchas cosas que decir pero posiblemente la culpa la tenga el libro y es que no me cabe la menor duda cuando digo que es una novela hecha para sentir, para vivir… Y para aprender. Porque nuevamente la escritora nos deja con una historia de amor que va mucho más allá de dos personas que se conocen y se enamoran. Siempre he pensado que una de las bases para que una relación funcione es el hecho de poder ser tú; de no tener que fingir, de no tener que aparentar… Por eso, me ha encantado ver en estas páginas este tema, al igual que encontrar una trama alrededor de la dependencia y de las personas tóxicas. Y sobre todo, me ha gustado encontrar amor. Amor del bueno; en amistad, en familia, en pareja. Y además, quiero destacar las reflexiones que tiene Heather a lo largo de las páginas porque me han parecido, no solo originales sino también maravillosas. Obviamente, la que compara la vida con los huevos es mi favoritísima y sin duda, dicha comparación, no se me va olvidar jamás.

Puede que hasta la fecha, este sea el mejor trabajo de la autora y sé, que siempre digo lo mismo cuando se publica un nuevo libro de Alice Kellen, pero es que su don para superarse y ofrecer al lector algo nuevo y único es brillante. “El día que dejó de nevar en Alaska” está narrado en primera persona del presente, algo poco habitual en la pluma de la autora y sin embargo, esto solo ha incrementado que la novela se sienta con mayor intensidad. Al igual que la forma de entrelazar presente y pasado, jugando con las páginas de un diario de lo más tierno y misterioso que sin duda, ha conseguido mantener la intriga desde el inicio hasta el final.

Destacar también, que el trabajo de investigación que hay detrás de la historia nos acerca de una forma muy íntima a la cultura Inuit y a la forma de vida de sus habitantes; alimentación, deportes, vocabulario o rutas por la carretera… Todo ello, consigue teletransportarnos hasta sentir el tacto de la nieve, el frio… Hasta sentir que estás dentro de la historia y esto llega hasta tal punto, que no imaginas que estás viendo una aurora boreal, simplemente la ves, ahí, justo delante de ti.

En conclusión, si tuviera que definir “El día que dejó de nevar en Alaska” lo haría con la palabra “akisooq”, que proviene de la lengua Inuit y significa; valioso, precioso y de gran valor.


¡INFINITAS GRACIAS A LA EDITORIAL POR EL EJEMPLAR!

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