Perderse a veces es la
única forma de encontrarse. De regresar a nuestras raíces, de encontrar nuestro
verdadero destino.
Cuando Isla decidió ir a visitar a su padre a África,
en ningún momento se imaginó la gran aventura que estaría a punto de cambiarle
la vida. Un accidente le hará caer en mitad de la jungla; mal herida, perdida y
con la única ayuda de Sirhan,
el piloto que dirigía la avioneta y la persona que le ayudará a sobrevivir. Un viaje que le hará ver que no es más rico el que más tiene sino el que
menos necesita.
Dicen que a la tercera va a la
vencida y para mí, esta tercera parte de la trilogía “El día que…” ha sido sin duda la mejor y con diferencia. Nos encontramos ante una protagonista femenina, que tiene voz, fuerza y
brilla por si misma sin necesidad de escudarse en el personaje masculino o en
una historia romántica como tal. En “El día que el océano te mire a los ojos” la autora ya nos daba
pistas acerca de como sería
Isla, sin embargo, conocerla ha sido increíble y conectar y empatizar
con ella, de lo más sencillo.
Si algo me ha sorprendido es la
cantidad de cosas que pasan en cinco días, ya que la autora en ningún
momento para el ritmo y eso solo hace que necesites con ansiedad la siguiente página.
Y es que Isla, no solo tendrá
que aprender a sobrevivir en la jungla, sino que tendrá que hacerle frente a su
pasado... Nunca se supo que es lo que pasó realmente cuando su madre desapareció
en medio de la naturaleza, todos la dieron por muerta, pero quizás, sea hora de
ponerle respuestas a todas esas preguntas y tal vez, ahora, Isla, entienda
porqué su padre decidió dejarla con sus tíos en Australia, mientras él, volvía a
la tierra de su amada esposa.
Se nota lo mucho que ha mejorado
Dulcinea como escritora. No solo encontramos diálogos más elaborados, más
creíbles… Sino que, a pesar de sus prisas o su previsibilidad, esta vez
podemos hallar sentimientos más profundos en las páginas, una historia de amor
más pasional y una trama bastante más cuidada que en las otras novelas.
Además, si algo tienen en común estos
tres libros es que cuentan con unas ambientaciones impecables, ya que a pesar
de que son de lo más variopintas entre sí, todas están muy bien detalladas y la
autora con esta tercera entrega, consigue teletransportarnos al calor
húmedo de África, a sus junglas y sus poblados, llenándonos de tradiciones y
culturas.
Tengo que admitir que una de las
cosas que más me ha gustado de este libro es el tema de los gorilas. Lo que la
gente mala es capaz de hacer por conseguir una cría de esta especie y la
impotencia que da no poder cambiar el mundo apretando solo un botón para que
este tipo de barbaridades desaparezcan. Pero aún así, me ha encantado ese toque de esperanza, ese mensaje de que sigue habiendo gente que lucha
a diario contra este tipo de injusticias, batallando contra los cazadores,
rebeldes… O creando orfanatos, santuarios para prevalecer la vida.
Saber de Narel, Aurora y la pequeña Sam los protagonistas de “El día que el océano te mire a los ojos”
me ha hecho tener una sonrisa permanente en muchas escenas y he de reconocer
que el reencuentro con Flor y Jake, los protagonistas de “El día que sueñes con flores salvajes”,
esta vez y al contrario que en el anterior tomo, sí que me ha gustado. Todo
tiene más sentido, todo parece más natural. Son libros totalmente independientes,
pero sí que recomiendo leer como mínimo el segundo libro, antes de leer este
tomo.
Además, aprovecho para destacar el arte y la magia de Ana Santos que ha sabido dar vida a cada una de las portadas de una forma única y preciosa.
Si tuviera que definir
en una palabra esta novela sería: “fuego”.
Un grito de la naturaleza. Una aventura salvaje, conmovedora que hará que
sientas en tu interior el latir de las estrellas.
¡MUCHAS GRACIAS A LA EDITORIAL POR EL EJEMPLAR!
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