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lunes, 24 de agosto de 2020

Reseña: ¿Quién eres?

 

¿Y tú? ¿Eres de los que todavía se acuerda de cuando el mundo empezaba a tener conexión a internet? Horas en Messenger mandando zumbidos con amigos, tardes subiendo fotos a Metroflog, noches en Chat Terra pasando el rato con gente desconocida... Y tu madre diciéndote eso de que llevases cuidado, que había mucho loco suelto... Pues quizás, deberíamos de haberle hecho más caso. 

Martina, nuestra protagonista, no imaginaba que chateando pudiese conocer a tantas personas; desconocidos que poco a poco se convertían en amigos, amigos que luego se convertirían en amantes… Porque quien le iba a decir a ella que después de seis años iba a volver a enamorarse y encima, a través de una pantalla de un ordenador con lo que ella los odiaba. ¿El problema? Que mientras ella se iba enamorando poco a poco de Asier, otra persona se iba enamorando de ella, o quizás, el termino correcto fuese, “obsesionándose”. De ahí, que el buzón de su casa se empezara a llenar de postales anónimas con mensajes de amor y odio, empezara a recibir flores sin ningún motivo…  ¿Quién era ese admirador secreto y qué pretendía con todo eso?

No es la primera vez que un libro de esta autora no me gusta; bien porque no me transmite ninguna emoción o bien porque la idea se podría haber desarrollado mejor… Pero lo que me ha ocurrido con “¿Quién eres?” es completamente diferente, ya que lo único que me han aportado estas páginas ha sido aburrimiento.

¿El principal problema? Es que Megan Maxwell se ha pasado doscientas cincuenta páginas narrando como nuestra protagonista se levantaba, sacaba al perro, iba al colegio a trabajar, volvía a casa, sacaba al perro, le daba cortezas de cerdo al perro, dormía y vuelta a empezar. Enserio, doscientas cincuenta páginas en las que NO PASA NADA. Y de verdad os lo digo, me dicen que el protagonista es el perro y ME LO CREO.

En cuanto a la trama, tenemos la típica historia en la que todo gira en torno a un acosador y tú, como lector, tienes que averiguar quién es el malo. ¿El segundo problema de este libro? Que Megan Maxwell desde el principio te va estar dando MUCHAS pistas en la dirección correcta, TANTAS, que en apenas unos capítulos puedes hacerte una idea de lo que está pasando y de lo que va a pasar. Y de verdad, que yo esperaba que me acabara sorprendiendo y que no fuera tan obvio, pero el resultado final es incluso peor de lo que podría haber imaginado porque encima, la autora, ha querido darle la vuelta a todo de una forma TAN absurda que, de verdad, más chapuceras no han podido ser esas últimas páginas. 

Y bueno, si estás pensando que la historia de amor puede salvar este libro… ¡OLVÍDATE! Ya que la relación entre Martina y Asier no puede ser más sosa. Empezando porque todo surge demasiado rápido y terminando porque tiene más protagonismo el perro. Y es que, de verdad, con lo bien que se le da a la autora crear personajes inolvidables… No entiendo cómo ha creado algo tan plano, tan inerte… Es que no consiguen trasmitir ninguna emoción y no hablemos de sus diálogos porque no pueden ser más falsos.

Respecto a los personajes secundarios no voy a entrar mucho en profundidad porque es que hay historias que hasta la propia escritora ha dejado a mitad como la de Luis, Carlos y sus hijas. Ya que de pronto hay varios capítulos seguidos de estos personajes contando sus dramas; innecesarios y totalmente irrelevantes para la trama, por cierto... Y luego, no sé si se le olvida a la autora o qué, pero ya no se vuelve hacer ninguna mención a lo que pasa con la custodia, ni a si las hijas aceptan que su padre sea homosexual... Y hablemos de que Carlos le regala un ordenador a Martina cuando solo la conocía de un día. ES QUE, DE VERDAD, EL SENTIDO ¿DONDE? Y bueno, si hablamos de las diferentes historias de amor que se cosechan como la de Marco y María o la de Julia y Eneko donde la velocidad de la luz es más lenta que su forma de amarse pues ya esto es un completo cachondeo…

No es la primera vez que la autora añade un toque de thriller a sus páginas ya que en libros como “Niyomismalosé” pudimos ver a una Megan Maxwell más misteriosa, incluso más sangrienta… Por lo que el cambio de género no es una excusa para que este libro sea tan insípido porque la autora ya había demostrado que se le daba bien escribir crímenes y jugar con el lector… Pero lo de esta historia es que no tiene sentido, no tiene chicha, no tiene alma… No tiene nada. ¿Dónde están las emociones? ¿Dónde están los sentimientos? ¿Dónde está el thriller? Porque recordemos que este género no se basa en matar a gente porque sí…

Y obvio, que si algo está claro es que Megan Maxwell es una autora que vende, pero no todo vale. Y esta novela si hubiera pasado por las manos de una buena editora o por unos lectores cero que aconsejaran bien a la autora y la guiaran para explotar mejor la historia, esto no habría ocurrido. Y vamos, por no ocurrir, ni faltas ortográficas habrían en estas páginas porque desde luego… se nota que no se ha supervisado ni la corrección. Entonces, no os voy a engañar, estoy muy indignada porque Megan Maxwell es una autora a la que adoro y de sobra es sabido que tiene muchísimo talento y muchísimo potencial… Así que lo que no entiendo es como se ha llegado a publicar este libro cuando le faltaba lo más importante, ser pulido.



¡MUCHAS GRACIAS A LA EDITORIAL POR EL EJEMPLAR!


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