El mundo se detiene,
una ráfaga de aire le mueve el pelo hacia atrás a la vez que una sonrisa
aparece en su rostro… Por supuesto, todo esto pasa a cámara MUY lenta mientras
de fondo suena alguna canción bonita. Su mirada se encuentra por primera vez
con la tuya y tu corazón reacciona acelerándose y es justo ahí, cuando
descubres que la persona que acaba de entrar por la puerta es el amor de tu
vida. Eso es lo que nos enseñan las películas, ahora bien, la realidad no se
parece en nada a la ficción y Anne Shirley, nuestra protagonista, estaba a punto de encontrar todas
las diferencias.
Imaginar siempre se le ha dado
bien, por eso, contar historias es su pasión. En internet la conocen como Lady Cordelia, una de las
mejores escritoras de fanfics, pero en la vida real es una chica normal y
corriente a la que todos llaman Anne
con e. La chica pelirroja de
las trenzas largas vuelve a nuestras vidas para convertirse en la protagonista
de su propia historia porque ha llegado la hora de dejar de soñar
con los ojos abiertos para empezar a vivir con el corazón despierto.
Más de cien años han pasado desde
que Lucy Maud Montgomery escribiera, “Ana la de tejas verdes” y es
increíble ver como esta historia sigue llegando a los corazones de la gente. Da
igual que edad tengas, de qué género seas o en qué país residas… Esta historia nunca va a pasar de moda y siempre va a ser especial para
aquellos lectores que en algún momento de sus vidas se han identificado con la
protagonista porque
una de las cosas buenas que tiene este clásico es que es muy sencillo
empatizar con Ana Shirley y con la gran imaginación que posee.
Ahora bien, no sé cómo se les ocurrió la idea de hacer un retelling de esta
historia a Iria G. Parente y
Selene M. Pascual, pero lo que sí sé es que les estoy muy agradecida por
ello porque volver a Tejas Verdes en pleno siglo XXI, ha sido como volver
a casa después de un viaje muy largo.
A esta nueva versión no le falta
ningún detalle, de hecho, las primeras páginas de este libro me
abrumaron por el gran parecido que encontré con la obra original. Y
es que, si no hubiese sido algo imposible, me hubiese creído que al teclado
estaba la mismísima Lucy Maud
Montgomery. Así que decir que Iria G. Parente y
Selene M. Pascual
han hecho un trabajo impecable, posiblemente sea quedarme corta porque
considero que han sabido plasmar muy bien la esencia de este clásico.
Para mí era muy importante
reencontrarme con todos los personajes de esta novela, ver como estas autoras
les daban una nueva vida y lo cierto es que, ahora mismo, estoy sin palabras
porque no solo han sabido meterse en la piel de cada personaje, sino
que, además, han conseguido que encajen a la perfección en este nuevo mundo que
han creado. Ahora, Tejas Verdes es una cafetería donde los hermanos
Cuthbert; Marilla y Matthew, se encargan de hacer
pasteles y servir bebidas calientes, mientras su hija adoptiva, Anne, empieza su primer año de
universidad junto a su mejor amiga, Diana. Allí, ambas, disfrutarán de muchas primeras veces y harán
nuevos amigos como; Phil, Roy,
Fred, Josie Pye, Ruby. Y algún que otro enemigo como Gilbert Blythe. ¿Os suena
alguno de estos nombres? Porque como podéis ver no se han dejado a nadie por el
camino y, es más, han incluido a personajes de su propia cosecha que hacen que
la trama sea todavía más interesante.
Los tiras y aflojas
entre Anne y Gilbert es otro ingrediente que sigue inalterable en estas páginas.
Pero, en esta versión, los veremos compitiendo por ver quién escribe el mejor
fanfic de la serie de moda, “El caballero
del espejo”, un retelling de la historia original de “El Rey Arturo”. Ver quién llega primero a las quinientas mil
visitas, ver quien hace las mejores fotos para promocionar sus textos… Y al
mismo tiempo, también seremos testigos de cómo poco a poco empiezan a
acercarse, como juntos van afrontando las malas críticas... Y he de decir que
ha sido muy bonito reencontrarme con esa parte de mí que escribía fanfics sobre
una de sus películas favoritas de la infancia porque lo cierto es que se me
había olvidado lo mucho que disfrutaba escribiendo sobre ello.
Así que sí, una de las cosas que
más me han gustado de este libro es que las autoras, a través de Anne y Gilbert, nos muestran cómo se sienten al escribir; como necesitan
ordenar sus ideas y plasmarlas al papel, como necesitan dar voz a sus miedos,
como necesitan gritar por la libertad, como necesitan contar historias, vivir a
través de sus propios personajes… Y sentir esa pasión por las palabras,
por las historias… Ha sido algo mágico. De hecho, este libro nos
deja pensando mucho sobre la idea de estudiar algo que nos apasiona o estudiar
otra cosa que apenas nos causa interés, pero que con el tiempo puede tener mejores
salidas laborales. Y ha sido un debate de lo más interesante porque aquí, el
personaje de Diana nos
da un nuevo punto de vista a tener en cuenta, ya que ella ama dibujar, de
hecho, es la encargada de ilustrar algunos capítulos de Lady Cordelia en la red, pero ella prefiere
hacer de su pasión un hobby y no una obligación. Y creo que esto también es muy
importante.
Por otra parte, tengo que
destacar la edición de este libro porque en el interior de este
tomo se esconden unas magníficas ilustraciones de Cristina Cid y,
además, en este volumen, también podemos leer algún que otro capítulo de los
fanfics de nuestros personajes que las autoras han ido enlazando con lo que les
sucedía en ese momento a los protagonistas.
El accidente de la barca, el pelo teñido de verde, el pastel que esconde un ingrediente secreto… Pero aún por muchas semejanzas con la obra original, Iria G. Parente y Selene M. Pascual, han sabido crear algo propio y diferente. De hecho, me atrevería a decir que han mejorado la trama, añadiendo diversidad sexual a sus personajes, rompiendo con cualquier etiqueta y estereotipo, hablándonos del amor en su mejor versión y ofreciéndonos también una trama sobre la importancia de aceptarnos a nosotros mismos. Además, este libro, también trae consigo una gran lección que viene a ser que al final solo mostramos a los demás lo que queremos que vean y eso es solo una pequeña parte de nosotros que ni siquiera tiene el poder suficiente como para definirnos como persona.