Desde la torre del homenaje, en lo alto del castillo de “La Atalaya”, mi mirada naufraga por cada calle, cada detalle, cada beso que no contiene amor, cada sentimiento escrito antes en una red social, que posado en una caricia sobre un rostro...
Intento ir más allá, encontrar algo
que me diga que todavía queda una chispa de esperanza. Pero entonces, escucho
el estruendo, la desolación, siento como su estómago se pudre por dentro en vez
de fabricar mariposas. Ya no aguanta un año más junto a él, porque ya ha
perdido 20. El problema es que ellos no son asesinos, no se dedican a matar
rutinas. Ellos prefieren dormir en camas separadas pero viéndose las caras
todos los días.
Todo se calla como si hubiéramos cambiado
de canal a una película muda. Una de sus manos frías apenas se mantiene fuerte
en la mano de él, y es que, ella necesita el resto de sus energías para teclear
“Te quiero”, pero sus labios no son capaces de susurrarlo ni su corazón de
sentirlo. Se pasa la vida escribiendo historias, en vez de ser la actriz de su
propia novela. Tal vez, simplemente, se conformen con tener de BSO al silencio
imaginándose que todo es perfecto.
Los chillidos de placer hacen girar mi
mirada, casi puedo sentirlos. Su piel arde en deseo al rozar la de ella y sus
movimientos hacen que cada penetración sea más placentera que la anterior.
Prefieren cerrar sus ojos y mantener sus bocas abiertas. De pronto todo acaba.
Una tímida sonrisa y dos besos en las mejillas. Ella se va preguntándose cómo
sería compartir su vida entera con él, y él se pregunta por qué no ha sentido
nada, porque a pesar del orgasmo de su vida se sigue sintiendo tan vacio.
En el semáforo de la Plaza de Toros
por unos segundos se ha detenido el tiempo. Unos instantes han bastado para
adentrarse en su alma y saber que ella podría ser la mujer de su vida. Pero los
colores se convierten en verdes, ella avanza por el paso de peatones, mientras
él, la contempla desde el coche como si la misma afrodita hubiera bajado a la
tierra.
Él la esperaba desde hacía quince
minutos, ella seguía maquillándose, eligiendo la ropa y alisándose el pelo.
Habían quedado para cenar en “La salvadora”. Ella saludaba por la calle pero
nadie supo reconocerla. Él, sin embargo, la vio más guapa que nunca.
Estaba sola, sentada en un banco de “El
Paseo”. Veía la vida pasar mientras esperaba a que llegara su príncipe azul. El
problema fue que ella jamás se sintió como una princesa y la vida siguió
pasando.
Nubes negras comienzan a cubrir el
cielo de Villena. Todos abren sus paraguas, menos él, que prefiere que sus
lágrimas se camuflen con la lluvia. Él había callado sus sentimientos, sin
embargo, ella decidió luchar por lo que sentía. Pero con otro.
Y es que ahora me doy cuenta de que
las personas se desprecian, se odian, se miran al espejo y no ven nada. Hasta
tal punto que intentan cambiar, aparentar, ser quien no son, simplemente para
atraer a lo que creen necesitar. Pero lo peor es cuando han capturado a su
presa y piensan que su vida es perfecta, entonces ellos mismos encienden sus
cámaras y se creen protagonistas de una película romántica con final feliz a la
que complementan con caros regalos. Regalos, para demostrarse “amor verdadero”.
Pero todo debería acabar cuando de golpe y porrazo no saben que regalar. Sin
embargo, compran lo primero que encuentran, ambos fingen una sonrisa, todo
acaba publicado en una red social y terminan casados, aburridos y hasta las
narices de soportar cualquier mínimo detalle que esté fuera de lugar.
El mundo se está volviendo loco, loco
por encontrar a una media naranja con la que encajar. Desesperado por sentir
algo más que placer, tan desesperado que se olvida de todo y entonces le entran
las prisas y acelera tanto que llega al funeral de su propio corazón.
Me ha gustado mucha la entrada y en algunos momento me siento reflejada. Un besito enorme, te sigo!
ResponderEliminarEncontrarte entre las palabras para saber que camino tomar...
Eliminar¡SE MUY FELIZ! :):)