A veces necesitamos perdernos… escapar, huir, olvidar. Necesitamos salir
corriendo sin rumbo, sin destino... Llegar hasta ese lugar desconectado de un
mapa en el que sientes que el mundo vuelve a girar en la dirección correcta y
que las manecillas del reloj vuelven a vibrar en una melodía perfecta. Viajar hacia
“Un hotel en ninguna parte” y
perderse por cada rincón de esta historia; inspiradora, dulce y sencillamente mágica.
Emma es una joven violinista que
lo perdió todo cuando la relación con su director de orquesta terminó. Su
nostalgia la llevará hasta “El Bosc de les Fades” un
pequeño hotel perdido regentado por los hermanos Brooks: Samuel y Tristan. Allí, Emma empezará a trabajar como
camarera de habitaciones y pasará unos días alejada de la cobertura y de la
vida sin frenos de la ciudad. A cambio,
ella se verá rodeada de personas de lo más peculiares que le harán sentirse más
viva que nunca y que le harán sentir que está en el lugar y en el momento
exactos.
Hay
algo que cabe destacar y es la forma tan original en la que está escrita esta
novela. Los e-mails serán la base de esta narración y en ellos
podremos sentir como la historia nace y crece, a través, de las voces de Emma,
Samuel y Tristan. Esto no supone ningún problema, ya que en ningún
momento, se pierde detalle alguno de lo que sucede en “El Bosc de les Fades”.
Además, sobra decir que este formato resulta de lo más
innovador, dinámico y ameno.
Emma
nos irá informando de sus avances a través de los correos electrónicos que a
diario le envía a su amiga Anna.
Los hermanos Brooks, sin embargo, se comunicaran con Martha, su madre. Estos e-mail nos informarán de cómo el hotel está
haciendo hasta lo inimaginable para no tener que cerrar sus puertas, también
nos harán ser testigos de un romance cocido a fuego lento y por supuesto, nos
harán ser partícipes de toda la evolución que sufre el personaje de Emma. No es un libro de giros radicales pero la autora nos deja con más de una
sorpresa en su interior. Sorpresas que iremos descubriendo poco a poco ya que
el libro está muy bien repartido y equilibrado.
Los personajes secundarios de esta historia son brillantes, hasta tal
punto, de que cada uno de ellos reluce con luz propia. No sabría decir
cuál de todos ha sido mi favorito aunque puede que me decante por William Lexington, un viejo
escritor en busca de inspiración, o tal vez, debería decidirme por Juaquim, un cocinero amante de
la música, o quizás, debería de apostar más por el mal genio de Phillip, el recepcionista del
hotel o de lo contrario, podría decantarme por la felicidad de una madre e
hija, más conocidas como: Marbel
y Aurora… Como podéis ver, me es imposible decidirme por alguno y es que
todos ellos son de lo más especiales. Llenos de matices, de instantes y
perfilados al milímetro con mucho mimo y amor.
En
cuanto a los hermanos Brooks debo confesar que tengo cierta debilidad por el
personaje de Tristan. Su
humor es algo que me ha contagiado y sus posdatas simplemente me han
conquistado. Pero sin embargo, Samuel,
ha sido un personaje tan especial que ha sido imposible no enamorarse de él en
estas 250 páginas. Su romance con Emma nos hará conocer a un hombre mucho
más intenso, más cálido, de sonrisas sinceras y de un humor de lo más
agradable. Además, la autora ha sabido darle a esta historia de amor una
delicadeza que bien podría ser sinónimo de magia porque está tan bien construida
y tan bien narrada que sin duda embelesa de un modo hipnotizante.
Noches
de insomnio, desayunos en tazas con verdadero té inglés, conciertos de violín
en la última planta del hotel y encuentros fortuitos en su precioso jardín… Su estancia en el hotel le servirá a Emma para volver a conocerse, para
darse cuenta de en qué dirección quiere guiar su vida y sobre todo, le servirá para
darle sentido a la palabra hogar. Un personaje que no solo nos deja
con una grandísima evolución, sino que además, se convierte en todo un ejemplo
de superación.
Es una novela llena de música y literatura pero sobre todo es una
historia cargada de contrastes. Pasamos de melodías clásicas a la armonía
de una pieza de “Trash Metal”. De autores
como Byron, Henry James a la mismísima
J. K. Rowling… Además, también quiero
hacer mención a esos pequeños guiños o menciones a novelas como; “Alicia en el país de las Maravillas”, “El señor de los anillos”… Sin duda, han
sido todo un acierto y si no, que se lo digan a la sonrisa gigante que todavía
permanece en mi rostro.
Sobra
decir que es una novela tan bien ambientada que dan ganas de hacer las maletas
y de inmediato salir en busca de “El Bosc de les Fades”. No solo se respira paz entre las páginas sino que Mónica Gutiérrez, la
autora, consigue teletrasnportarnos a cada lugar; ya sea al hotel, al
bosque o al pequeño y polvoriento paraíso del té inglés en Mirall de Mar.
No cabe duda de que Mónica Gutiérrez hace magia con las palabras.
Ella tiene un talento inigualable y un don único para escribir novelas del
género “Feelgood”. Su pluma no solo es elegante, sino que además, es de lo más pura, dulce y
vivaz. Además, se nota que es
una historia cuidada hasta el más mínimo detalle y sobre todo, se nota que es un libro escrito con verdadera pasión. De ahí, que este
tomo esté lleno de citas para enmarcar, subrayar y llenar de posits.
En conclusión,“Un hotel en ninguna
parte” es un libro muy especial, una selección de pequeñas cosas que
construyen una GRANDÍSIMA historia. Unas páginas en las que perderse una y otra
vez y un libro en el que reencontrase. Una historia llena de
amistad, esperanza y segundas oportunidades.
¡MUCHÍSIMAS GRACIAS A LA AUTORA POR ESTE PRECIOSO Y MÁGICO EJEMPLAR!
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