Leer a Mónica Gutiérrez siempre es
algo mágico. Primero se detiene el tiempo, luego te teletransportas a cada una
de sus páginas y tras eso, sus palabras cobran vida como si de un hechizo se
tratase… Convirtiendo un libro en un auténtico salvavidas. Y es que a veces se
nos olvida que la felicidad reside en las pequeñas cosas y necesitamos a
alguien que nos recuerde el valor de esos instantes.
Buscar trabajo en Londres no está
siendo como Agnes Martí imaginaba
y el miedo a fracasar y no encontrar su sitio en el mundo la está llenando de inseguridades…
Pero traspasar la puerta de una librería en mitad de una tormenta, quizás, sea
todo lo que necesite para reencontrarse y volver a confiar en sí misma. Edward Livingstone, el dueño
del establecimiento, acogerá a la arqueóloga perdida, dándole trabajo entre
paredes llenas de libros y estanterías. Y allí, junto a Shakespeare, Dickens y
Tolkien nuestra protagonista empezará a ver la vida bajo una perspectiva
diferente.
Sin edulcorantes y sin necesidad de efectos
especiales, Mónica Gutiérrez nos
invita a disfrutar de una historia emotiva capaz de sacarte una sonrisa durante
toda la lectura y también nos incita a reflexionar sobre varios aspectos de la
vida, como por ejemplo; el amor o el trabajo. Y es que nos pasamos tantos años
estudiando que cuando nos dan un título, un certificado… Solo creemos
que somos una cosa en el mundo y no nos damos cuenta de que somos más, mucho
más que una profesión. Hay varios mensajes en esta historia, pero
creo que este ha sido el que me ha hecho despertar de un sueño profundo. Como
he dicho antes, las palabras de Mónica
Gutiérrez son siempre como una especie de conjuro mágico.
Aunque para mí, la verdadera
magia de esta historia reside en cada uno de sus personajes; desde la
editora, Sioban, hasta el pequeño astronauta, Oliver Twist. Los
habitantes del Moonlight Books con sus costumbres y sus pequeños matices están
tan bien creados y tan llenos de vida que es imposible no cogerles cariño, en
especial a Edward Livingstone que se ha
ganado todo mi corazón. Además, el vínculo que crea Agnes con cada uno de ellos y lo que nuestra
protagonista aprende en su estancia en la librería, sin duda, ha sido mi parte
favorita. Por eso, me dio tanta pena llegar al final de esta lectura y por eso,
no me quedó más remedio que llorar en la despedida.
Además, pasear por las calles de un
Londres teñido de Navidad junto a Agnes
ha
sido algo precioso y si encima le acompaña John
Lockwood, el inspector que lleva el caso del libro robado de la vitrina del
señor Livingstone, pues
podríamos decir que el miedo a enamorarse acaba siendo sustituido
por las ganas de intentarlo.
Pero si esta novela destaca en algo,
es por el amor a los libros. De ahí, la cantidad de citas y referencias que
encontramos sobre ellos. Harry Potter, Peter Pan, Alicia en el país de
las maravillas… Y muchos, muchos clásicos que, a pesar de haberme sentido un
poco perdida entre obras y autores del romanticismo, he de confesar que me he
apuntado varias recomendaciones.
“La
librería del señor Livingstone” es ese lugar al que querrás volver
cada vez que sientas la necesidad de desconectar, escapar, olvidar. Cada vez
que te apetezca un té en el rincón de los románticos o pasar una noche entera observando
las estrellas. Porque no hay mayor placer que el de perderse en una librería y
encontrarse entre sus páginas.