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lunes, 11 de marzo de 2019

Reseña: Heima es hogar en islandés



Si le preguntáis a Laura que fue lo que la hizo viajar a Islandia, quizás, os cuente que fue porque estaba harta de aguantar a unos padres divorciados que no hacían más que discutir, o tal vez, os diga que fue porque necesitaba mantener las distancias con Javier, su exnovio. Luego, tras unos instantes… lo más seguro, es que empiece a contaros la historia del viaje que cambió su vida para siempre.

Junto a Orri y Guðjon, dos islandeses de lo más peculiares, Laura se verá sumergida en un road trip por la isla. Sobra decir que Laia Soler, la autora, refleja a la perfección su amor por Islandia porque consigue teletransportarte al instante a sus glaciares, sus campos de lava, lagunas, cascadas... Y todos esos lugares, serán testigos de cómo estos desconocidos acabarán forjando una amistad inquebrantable.

Nuestra protagonista padece de acromatopsia y eso hace que su mundo se resuma en blanco y negro. No sabía de la existencia de esta enfermedad, pero me ha parecido algo de lo más interesante, además, se nota el trabajo de investigación por parte de la autora porque ha logrado visibilizar y plasmarlo todo a la perfección. Pero este no es el único secreto que guarda Laura… Ella es capaz de ver y traducir los colores que componen las auras de las personas. Por eso, querrá saber a toda costa, por qué la del chico islandés de nombre impronunciable es negra. Y es que aquí, todo el mundo guarda sus propios secretos…

Nuevamente, el realismo mágico es uno de los ingredientes principales de la autora y esta vez, su manera de combinar la fantasía con el mundo real, me ha parecido brillante, nunca mejor dicho. Islandia ya me parecía una tierra mágica de por sí, pero tras el toque de polvos de hadas de la autora y las fotos que encontramos en cada capítulo, solo pienso en hacer las maletas, secuestrar a Laia y perdernos por la isla.

“Heima es hogar en islandés” es una historia preciosa. Y lo que la hace más bonita todavía es la cantidad de mensajes que defienden sus páginas, su grito de libertad. La autora pone en manifiesto el maltrato psicológico y la importancia de quererse a uno mismo. Y esto, lo ha reflejado tan bien que dan ganas de hacerle un altar a esta mujer. También encontramos algo muy valioso que no debería de pasar desapercibido y es la repercusión de estudiar algo que realmente te hace feliz por el simple hecho de aprender, sin que de esto, tenga que depender tu futuro laboral. Me faltan aplausos.

Aunque claro, Laia Soler no sería escritora sin sacar a la luz ese lado cruel, esa parte suya que es capaz de romper corazones y acabar con todas las reservas de pañuelos del supermercado. Por eso, lo que estaba siendo una historia de aprendizaje, de conocerse a uno mismo, una historia de amistad, de amor… Acaba por dar un giro en la trama y profundizar más, en temas tan importantes como: decir adiós a las personas que queremos, afrontar la pérdida… Y solo puedo decir que el chico de la sonrisa de plástico se ha ganado todo mi corazón.

Si tuviese que definir este libro, lo haría de la una única manera posible; magia. Y es que creo fielmente, que Laia Soler con estas páginas ha conseguido regalarnos un trocito de su alma; un lífsandi que nace de cada una de sus palabras.

Takk Laia Soler.



¡MUCHAS GRACIAS A LA EDITORIAL POR EL EJEMPLAR!

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