Si le preguntáis a Laura que fue lo que la hizo
viajar a Islandia, quizás, os cuente que fue porque estaba harta de aguantar a unos padres divorciados que no hacían más que discutir, o tal vez, os diga que
fue porque necesitaba mantener las distancias con Javier, su exnovio. Luego, tras unos instantes… lo más
seguro, es que empiece a contaros la historia del viaje que cambió su vida para
siempre.
Junto a Orri y Guðjon, dos islandeses de lo más peculiares,
Laura se verá sumergida
en un road trip por la isla. Sobra
decir que Laia Soler, la autora, refleja a la perfección su amor por Islandia porque
consigue teletransportarte al instante a sus
glaciares, sus campos de lava, lagunas, cascadas... Y todos esos lugares, serán
testigos de cómo estos desconocidos acabarán forjando una amistad inquebrantable.
Nuestra protagonista padece de
acromatopsia y eso hace que su mundo se resuma en blanco y negro. No sabía de
la existencia de esta enfermedad, pero me ha parecido algo de lo más
interesante, además, se nota el trabajo de investigación por
parte de la autora porque ha logrado visibilizar y plasmarlo todo a la
perfección. Pero este no es el único secreto que guarda Laura… Ella es
capaz de ver y traducir los colores que componen las auras de las personas. Por
eso, querrá saber a toda costa, por qué la del chico
islandés de nombre impronunciable es negra. Y es que aquí, todo el mundo guarda
sus propios secretos…
Nuevamente, el realismo mágico es
uno de los ingredientes principales de la autora y esta vez, su manera de combinar la fantasía con el mundo real, me ha parecido
brillante, nunca mejor dicho. Islandia ya me parecía una tierra mágica
de por sí, pero tras el toque de polvos de hadas de la autora y las fotos que
encontramos en cada capítulo, solo pienso en hacer las maletas, secuestrar a
Laia y perdernos por la isla.
“Heima es hogar en islandés” es una historia preciosa. Y lo que la hace más bonita todavía es la
cantidad de mensajes que defienden sus páginas, su grito de libertad. La autora
pone en manifiesto el maltrato psicológico y la importancia de quererse a uno
mismo. Y esto, lo ha reflejado tan bien que dan ganas de hacerle un
altar a esta mujer. También encontramos algo muy valioso que no debería de
pasar desapercibido y es la repercusión de estudiar algo que
realmente te hace feliz por el simple hecho de aprender, sin que de esto, tenga
que depender tu futuro laboral. Me faltan aplausos.
Aunque claro, Laia Soler no sería escritora sin sacar a la luz ese lado cruel, esa
parte suya que es capaz de romper corazones y acabar con todas las reservas de
pañuelos del supermercado. Por eso, lo que estaba siendo una historia
de aprendizaje, de conocerse a uno mismo, una historia de amistad, de amor… Acaba por dar un giro en la trama y profundizar más, en temas tan
importantes como: decir adiós a las personas que queremos, afrontar la pérdida… Y
solo puedo decir que el chico de la sonrisa de plástico se ha ganado todo mi
corazón.
Si tuviese que definir
este libro, lo haría de la una única manera posible; magia. Y es que creo fielmente, que Laia Soler con
estas páginas ha conseguido regalarnos un trocito de su alma; un lífsandi que nace de cada una de sus
palabras.
Takk Laia Soler.
¡MUCHAS GRACIAS A LA EDITORIAL POR EL EJEMPLAR!
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