Cómo retomar el hilo de toda una vida cuando tus errores insisten en pasarte una factura que no puedes pagar…
Equivocarse no es tan terrible, caemos, nos levantamos, lloramos un poquito por las circunstancias, aprendemos de nuestros errores y si somos listas, seguimos adelante... Eso es lo que su abuela, Bárbara, le había dicho antes de darle las llaves de su casa en Trevillés, un pequeño pueblo cercano a la frontera francesa. Quizás huir, no era la opción más inteligente para una historiadora desmemoriada, una publicista condenada y una lectora deshabituada… Pero lo que Abril estaba apunto de descubrir en ese recóndito lugar es que no existe mejor refugio que una biblioteca.
No voy a negarlo, tenía muchísimas ganas de leer “Club de lectura para corazones despistados”, pero lo que no sabía es que este libro iba a llegar a mi vida en el momento en el que más lo necesitaba. Y es que en esta novela, Mónica Gutiérrez, la autora, nos habla de los libros como si fueran auténticos salvavidas y es curioso, porque siendo sincera conmigo misma, a mí, este libro, me ha salvado en muchos sentidos.
Encontrar las vasijas del jardín y volver a abrir el club de lectura. Esas habían sido las dos condiciones que le había impuesto su abuela antes de hacer las maletas y poner rumbo a Trevillés. Pero con lo que no contaba Abril, era con lo de tener que vivir en una biblioteca y encima tener que compartirla con un ex presidiario con aires de Robin Hood… La llegada de Alex a su vida no lo cambiará todo, ni mucho menos, pero sí que lo harán las noches leyendo en el sofá, los paseos bajo el atardecer y varios platos llenos de macarrones con queso.
El título de este libro ya nos da una pista, “Club de lectura para corazones despistados”, así que si hay algo que vamos a encontrar en esta historia son libros. Toda clase de libros. Citas, menciones, referencias… Libros que he tenido la suerte de haber leído ya y otros tantos que he tenido que apuntarme en un papel para leerlos próximamente porque la autora nos habla de ellos con tanto cariño, con tanta pasión… Que de alguna manera, te invita a querer darles una oportunidad junto a una buena taza de chocolate caliente.
El club de lectura de Trevillés volverá a abrir sus puertas y entre el calor del fuego, el sabor de los dulces y el sonido de las risas me ha resultado muy fácil sentirme como un personaje más de este libro. Y es que ha sido muy sencillo imaginarme sentada al lado de Ángel y sus ronquidos, frente a la cara fruncida de Salvo, más conocido como El Grinch. Degustando todo lo que Parvati y Jaume hubieran llevado ese día a la mesa e intentando adivinar junto a Rosa y María cuál será la próxima lectura que compartiremos... En fin, este libro, como todos los de Mónica Gutiérrez, no ha podido tener mejores personajes secundarios. Personajes a los que voy a echar muchísimo, muchísimo de menos...
La literatura como terapia. Esta es una de las grandes maravillas que esconde este libro y la parte que posiblemente más me haya gustado de estas páginas. Porque gracias a “Drácula”, aprendemos que los monstruos que no se ven son aquellos que dan más miedo. Al igual, que “Buenos presagios” nos enseña que cuando perdemos la capacidad de reírnos de nosotros mismos es cuando verdaderamente no queda esperanza para nosotros… Y es que al final, todo libro tiene algo que contarnos y al mismo tiempo, algo que enseñarnos… Por eso, “Club de lectura para corazones despistados”, nos hace entender que es necesario pedir ayuda porque nadie consigue salvarse solo y también nos habla de proteger siempre a quienes de verdad amamos.
Un árbol gigantesco adornado todavía con las luces de Navidad. Unas calles adoquinadas con piedras desgastadas. El olor de las lumbres hogareñas… El aperitivo de las una, las meriendas de los jueves con las tejedoras y el club de lectura de los viernes. Una puerta a Narnia que da a una selva jurásica y un lobo que ha perdido a su caperucita roja… Parar. Respirar. Mirar a tu alrededor... Y volver a encontrarte entre las páginas de un libro. Así ha sido para mí, “Club de lectura para corazones despistados”. Una novela dulce, ingeniosa, confortable y verdaderamente reparadora.
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