lunes, 29 de octubre de 2018

Reseña: El chico que dibujaba constelaciones




¿Y si el firmamento se compusiera de recuerdos? Constelaciones que cuentan historias, instantes de vidas pasadas que siguen brillando cuando despierta la Luna. Desafiando al tiempo, a los años, a la distancia… ¿Y si alguien se atreviera a pintarlo? ¿Y si alguien osara narrar su propia historia a través de las estrellas?

Fue en aquellos maravillosos años sesenta cuando Valentina y Grabiel se vieron por primera vez.  Amor, sueños y una vida… El futuro perfecto para dos locos enamorados, para dos rebeldes que decidieron desafiar las normas de la época y para dos personas que supieron vencer las adversidades para seguir formando un mañana juntos.

“El chico que dibujaba constelaciones” es una preciosa historia de amor, pero también es un viaje a través de las décadas. Y desde luego, que trasladarse a cada una de las épocas ha sido de lo más sencillo gracias al buen trabajo de investigación que ha hecho la autora. La mujer haciéndose más fuerte en la sociedad, España llenándose de toda clase de cambios y la música que, a pesar del tiempo, todavía no dejado de sonar.

Ver crecer y madurar la historia entre Valentina y Grabiel ha sido algo precioso. Pero gran parte de esta magia, reside, en la forma en la que Alice Kellen les da vida y narra la novela sin edulcorantes. Como cuida hasta el mínimo detalle y como hace de escribir, arte. Amor, rabia, locura, tristeza… y es que todavía sigo sorprendida por la cantidad de sentimientos que han despertado en mí estas páginas.

Uno de los mensajes que nos deja la novela dice algo así como que los malos momentos también forman parte de nosotros, de lo que somos… y tienen algo de bonito. Y a pesar que todo el libro es digno de enmarcar, creo que esta parte en concreto ha sido la que más me ha hecho reflexionar y más se ha quedado conmigo.

Una carta al amor, una vida llena de recuerdos, estrellas… Creo que es la primera vez que un libro me deja sin palabras de esta manera. Alice Kellen vuelve atraparme en sus letras, al mismo tiempo que libera cada uno de mis sentimientos... Y desde luego, que “El chico que dibujaba constelaciones” no se merece cinco estrellas, sino que debería de tener su propio firmamento.



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