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lunes, 1 de mayo de 2017

Reseña: Un hotel en ninguna parte


A veces necesitamos perdernos… escapar, huir, olvidar. Necesitamos salir corriendo sin rumbo, sin destino... Llegar hasta ese lugar desconectado de un mapa en el que sientes que el mundo vuelve a girar en la dirección correcta y que las manecillas del reloj vuelven a vibrar en una melodía perfecta. Viajar hacia “Un hotel en ninguna parte” y perderse por cada rincón de esta historia; inspiradora, dulce y sencillamente mágica.

Emma es una joven violinista que lo perdió todo cuando la relación con su director de orquesta terminó. Su nostalgia la llevará hasta “El Bosc de les Fades” un pequeño hotel perdido regentado por los hermanos Brooks: Samuel y Tristan. Allí, Emma empezará a trabajar como camarera de habitaciones y pasará unos días alejada de la cobertura y de la vida sin frenos de la ciudad.  A cambio, ella se verá rodeada de personas de lo más peculiares que le harán sentirse más viva que nunca y que le harán sentir que está en el lugar y en el momento exactos.

Hay algo que cabe destacar y es la forma tan original en la que está escrita esta novela. Los e-mails serán la base de esta narración y en ellos podremos sentir como la historia nace y crece, a través, de las voces de Emma, Samuel y Tristan. Esto no supone ningún problema, ya que en ningún momento, se pierde detalle alguno de lo que sucede en “El Bosc de les Fades”. Además, sobra decir que este formato resulta de lo más innovador, dinámico y ameno.

Emma nos irá informando de sus avances a través de los correos electrónicos que a diario le envía a su amiga Anna. Los hermanos Brooks, sin embargo, se comunicaran con Martha, su madre. Estos e-mail nos informarán de cómo el hotel está haciendo hasta lo inimaginable para no tener que cerrar sus puertas, también nos harán ser testigos de un romance cocido a fuego lento y por supuesto, nos harán ser partícipes de toda la evolución que sufre el personaje de Emma. No es un libro de giros radicales pero la autora nos deja con más de una sorpresa en su interior. Sorpresas que iremos descubriendo poco a poco ya que el libro está muy bien repartido y equilibrado.

Los personajes secundarios de esta historia son brillantes, hasta tal punto, de que cada uno de ellos reluce con luz propia. No sabría decir cuál de todos ha sido mi favorito aunque puede que me decante por William Lexington, un viejo escritor en busca de inspiración, o tal vez, debería decidirme por Juaquim, un cocinero amante de la música, o quizás, debería de apostar más por el mal genio de Phillip, el recepcionista del hotel o de lo contrario, podría decantarme por la felicidad de una madre e hija, más conocidas como: Marbel y Aurora… Como podéis ver, me es imposible decidirme por alguno y es que todos ellos son de lo más especiales. Llenos de matices, de instantes y perfilados al milímetro con mucho mimo y amor.
 
En cuanto a los hermanos Brooks debo confesar que tengo cierta debilidad por el personaje de Tristan. Su humor es algo que me ha contagiado y sus posdatas simplemente me han conquistado. Pero sin embargo, Samuel, ha sido un personaje tan especial que ha sido imposible no enamorarse de él en estas 250 páginas. Su romance con Emma nos hará conocer a un hombre mucho más intenso, más cálido, de sonrisas sinceras y de un humor de lo más agradable. Además, la autora ha sabido darle a esta historia de amor una delicadeza que bien podría ser sinónimo de magia porque está tan bien construida y tan bien narrada que sin duda embelesa de un modo hipnotizante.

Noches de insomnio, desayunos en tazas con verdadero té inglés, conciertos de violín en la última planta del hotel y encuentros fortuitos en su precioso jardín… Su estancia en el hotel le servirá a Emma para volver a conocerse, para darse cuenta de en qué dirección quiere guiar su vida y sobre todo, le servirá para darle sentido a la palabra hogar. Un personaje que no solo nos deja con una grandísima evolución, sino que además, se convierte en todo un ejemplo de superación.

Es una novela llena de música y literatura pero sobre todo es una historia cargada de contrastes. Pasamos de melodías clásicas a la armonía de una pieza de “Trash Metal”. De autores como Byron, Henry James a la mismísima J. K. Rowling… Además, también quiero hacer mención a esos pequeños guiños o menciones a novelas como; “Alicia en el país de las Maravillas”, “El señor de los anillos”… Sin duda, han sido todo un acierto y si no, que se lo digan a la sonrisa gigante que todavía permanece en mi rostro.

Sobra decir que es una novela tan bien ambientada que dan ganas de hacer las maletas y de inmediato salir en busca de “El Bosc de les Fades”. No solo se respira paz entre las páginas sino que Mónica Gutiérrez, la autora, consigue teletrasnportarnos a cada lugar; ya sea al hotel, al bosque o al pequeño y polvoriento paraíso del té inglés en Mirall de Mar.

No cabe duda de que Mónica Gutiérrez hace magia con las palabras. Ella tiene un talento inigualable y un don único para escribir novelas del género “Feelgood”. Su pluma no solo es elegante, sino que además, es de lo más pura, dulce y vivaz. Además, se nota que es una historia cuidada hasta el más mínimo detalle y sobre todo, se nota que es un libro escrito con verdadera pasión. De ahí, que este tomo esté lleno de citas para enmarcar, subrayar y llenar de posits.

En conclusión,“Un hotel en ninguna parte” es un libro muy especial, una selección de pequeñas cosas que construyen una GRANDÍSIMA historia. Unas páginas en las que perderse una y otra vez y un libro en el que reencontrase. Una historia llena de amistad, esperanza y segundas oportunidades. 


¡MUCHÍSIMAS GRACIAS A LA AUTORA POR ESTE PRECIOSO Y MÁGICO EJEMPLAR!

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